"¿Qué has puesto para comer?
- ¡Oh! No te apures... El cocidito de siempre."


Tormento. Benito Pérez Galdós
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lunes, 18 de diciembre de 2023

Notas celtas en Badajoz, para escuchar y saborear.


La luz es tenue, suena el ritmo de un bodhram, la melodía de un tin whistle, los acordes de un arpa celta, un lamento de gaita. Podrían las notas saltar entre pintas de cerveza negra hasta quedarse suspendidas en un humo tan denso como la niebla del exterior, pero no: hay pintas, aunque ninguna es negra, la atmósfera es limpia, no hay niebla en la calle y el nombre del local no empieza por The, sino que tiene nombre de torre, de torre árabe: Espantaperros. No es Dublín ni Edimburgo, ni siquiera Ortigueira o Compostela, es Badajoz, pero la música sí tiene raíces gaélicas.

Un encuentro casual tuvo la culpa de que estuviésemos allí: un encuentro con Gonzalo Bordes, el mismo que con riguroso atuendo, solemne y grave con su contrabajo da el soporte armónico en las noches de concierto de la OEX y que sube unas cuantas octavas y, ataviado con kilt y sporran, entona melodías célticas sea con gaita o con tin whistle en las Celtic Sesion de Espantaperros.

En una noche de atmósfera íntima, la música llenó el espacio de Espantaperros transportándonos a lugares lejanos. Una mezcla de melancolía y energía nos invita a sumergirnos en la magia de la tradición celta, nosotros ya habíamos comenzado al mediodía. Desde que decidimos asistir a la Celtic Sesion, planeamos ir entrando en ambiente con una comida inspirada en la tradición irlandesa.

Atemperamos los estómagos con un chowder seafood y rematamos con un cottage pie. No fuimos tan ortodoxos en materia de riego: prescindimos de la pinta de cerveza en favor de un Lar de Paula 2014 (DOC Rioja) que acompañó con solvencia la potencia del estofado del pastel.

Chowder sea food

Este plato, que ni es sopa ni crema ni guiso sino de todo un poco, se aleja de los sabores tradicionales de las sopas y calderos de pescado mediterráneos y, desde la primera cucharada, nos transporta a otras latitudes más septentrionales.

No hay una fórmula fija, sobre todo en lo que se refiere a los pescados y mariscos que intervienen. Nosotros hemos elegido bacalao, gambones y almejas.

Partimos de un buen fumet de pescado que habremos elaborado con cabezas y espinas de pescado o con morralla y algunas verduras (puerro, zanahoria y un poco de apio). Si además lo enriquecemos con las cabezas tostadas de los gambones, añadiremos un plus de sabor.

Cortamos patatas en trozos irregulares, algo más gruesos que el corte que solemos usar para tortilla y las cocemos unos diez minutos en agua con sal. Escurrimos y reservamos.

Comenzamos derritiendo un poco de mantequilla (podemos usar mitad mantequilla y mitad aceite de oliva, si queremos atenuar el sabor lácteo) y sofriendo en ella bacon muy picado.

Añadimos puerro y apio, también muy picados, y seguimos sofriendo sin que lleguen a dorarse las verduras. En ese sofrito abrimos las almejas y las apartamos. Sofreímos ligeramente el bacalao cortado en tacos con cuidado de que no se rompa y reservamos. Lo mismo hacemos con los gambones (no más de un minuto).

Añadimos las patatas, el caldo de pescado, unas ramas de tomillo y nata líquida hasta conseguir el cuerpo deseado. Dejamos cocer hasta que las patatas estén blandas, reincorporamos las almejas, el bacalao y los gambones y damos un último hervor.

Servimos con perejil fresco picado.

Cottage pie

Estamos ante un plato de profundas raíces campesinas, un plato calórico, con olor a tradición, a hogar. Está presente tanto en la cocina irlandesa como en la británica.

Puede elaborarse con carne de vacuno o de cordero (Shepherd’s pie). La mayoría de las recetas que hemos leído utilizan carne picada, sin embargo, hemos optado por cortarla a cuchillo en trocitos pequeños para aportar textura. Hemos utilizado carne de vaca retinta. Cualquier pieza de las que solemos utilizar para estofados hará un buen papel.

Primero doramos un poco la carne con una grasa: mantequilla, manteca de cerdo o aceite de oliva, las dos primeras opciones se acercan más las recetas originales de Irlanda. En esa misma grasa sofreímos un diente de ajo picado y antes de que empiece a dorar, añadimos cebolla, zanahoria y apio picados. Dejamos que se sofría lentamente y, cuando esté convenientemente rendido, añadimos una o dos cucharadas de tomate concentrado e incorporamos una cucharada de harina, mezclamos bien cuidando de que no se formen grumos y añadimos la carne. Cubrimos con caldo de carne y un poco de vino tinto (opcional). Sazonamos y aderezamos con tomillo y salsa Worcestershire (Perrins). Dejamos cocer a fuego muy lento hasta que la carne esté tierna.

Haremos un puré de patata al que añadiremos un poco de mantequilla y nata líquida hasta conseguir una textura que nos permita extenderlo con facilidad. Salpimentamos. Se puede añadir queso cheddar rallado, tanto mezclado con el puré como en la cobertura.

En una fuente de horno dispondremos una capa generosa de estofado y la cubriremos con puré de patata. Podemos pintar con yema de huevo para facilitar el dorado. Horneamos con grill hasta que adquiera un bonito color dorado.

Ponemos un disco de Gwendal y nos dejamos llevar. Y, una vez hecha la digestión, nos vamos al Espantaperros.


sábado, 2 de julio de 2022

Donoso. Diez años de excelencia


La calle Fernández de la Puente no es de las más transitadas de Badajoz: recoleta y discreta entre las populosas Menacho y avenida de Colón. Y un día, hace ya unos cuantos años, algo más de nueve, pasaba por allí y un nuevo escaparate descarado me hizo un par de guiños. No tardé mucho en caer en la provocación.

He visto una carnicería nueva que no tiene mala pinta… parece algo diferente… un día tenemos que pasar por allí a ver qué tal.”

Y nos pasamos a ver qué tal. Cálidas maderas donde esperábamos un blanco alicatado, vitrinas rutilantes e inmaculadas y una iluminación que no hubiese desentonado en una boutique de moda. Preguntamos por un par de cortes y por unas hamburguesas que no nos parecían industriales. Un joven moreno de mirada viva nos respondió cordial y demostrando conocimiento del producto. “Lleváis poco tiempo…” Tres meses creo recordar que dijo.

A veces no es oro todo lo que reluce y había que tensar un poco la cuerda: “Para otro día, ¿Nos prepararías unos tournedós?”, “Sí, de esta pieza”, respondió sin dudar mostrando un espléndido solomillo de retinto. “¿y un ossobucco?” “Sí, si me avisas con tiempo.” “¿Y para un steak tartar…?” “Este y te lo picamos a cuchillo.” Seguimos hablando con José de otros cortes, del reposo de las piezas… Y desde entonces, las carnes de nuestra mesa proceden de aquel descarado escaparate.

Dos años después llegaría aquella fiesta de vinos, hamburguesas y música en el Espacio Convento con vinos de Bodegas Toribio - Viña Puebla. Poco después, nuestra aventura hostelera, también en el Convento, en la que Donoso siguió siendo nuestro proveedor.

Siempre que hemos querido un corte especial, un consejo sobre carnes, Luis o José han tenido la respuesta. Hemos charlado de carnes, de cocina…

Como ese niño del vecino que ves crecer y madurar (por cierto, ¡que el dichoso niño no para de crecer!), como ese compañero de viaje, Carnicería Donoso o, mejor, María, José, Luis y su equipo han estado presentes en nuestros proyectos, en nuestras mesas de Navidad, de cumpleaños y en muchas otras. Y en unos cuantos artículos de este blog.

El jueves 30 de junio, María nos daba la bienvenida a una de las catas que están celebrando con motivo de su décimo aniversario (imposible evitar el recuerdo del quinto: en ocasiones, todavía veo chuletas). María recordó sus inicios, su historia, a los que faltan. Habló de futuro, de excelencia.

Los vinos, otra vez, fueron de esa querida y excelente bodega Toribio – Viña Puebla. Una gilda, un pulpo sobre espuma de patatas, un steak tartar, una vaca madurada, queso La Peral y unos helados de jara y de chocolate blanco y menta acompañaron a los vinos: espumoso, blanco fermentado en barrica, Viña Puebla Selección, Madre del Agua y un fortificado de producción privada. Calidad en los productos y mimo en las elaboraciones armonizaron con unos vinos sobresalientes fruto, también, del cariño y la pasión con la que esta bodega trata la uva. 

Luis nos habló de los platos y Fernando de los vinos apoyados por los comentarios de Luis Fernando (no es un trabalenguas) que hoy trabaja en Donoso y en otro tiempo fue enólogo en Bodegas Toribio.

Una noche entrañable para recordar, como lo fue el quinto aniversario, pero también una noche para reconocer el tesón, la profesionalidad y el entusiasmo del equipo de Donoso porque un camino de éxito y de alegrías es también un camino con asperezas y dificultades, un camino de esfuerzo, de duro trabajo, ese trabajo que muchas veces no se ve. 

Y, sobre todo, una noche para pensar en el decimoquinto, en el vigésimo y en muchos más aniversarios, porque Donoso, que es mucho más que una carnicería, vino a traer la vanguardia y sabemos que seguirá sorprendiéndonos.





lunes, 1 de noviembre de 2021

La V Ruta de la Tapa Vegana de Badajoz y dos recetas de Doña Emilia


Cada época de la historia modifica el fogón, y cada pueblo come según su alma, antes tal vez que según su estómago” Emilia Pardo Bazán


Del 16 al 26 de septiembre se ha celebrado en Badajoz la quinta edición de la Ruta de la Tapa Vegana. Una iniciativa de Marciana Pulido que un día tuvo la iniciativa de retar a los cocineros del Casco Antiguo a elaborar una tapa vegana, es decir, con alimentos que no sean de origen animal ni derivados de animales. Once se afanaron con los vegetales en la primera edición, en 2017; catorce han sido lo participantes en esta ocasión, número nada desdeñable habida cuenta de las vicisitudes pasadas por la hostelería por cuenta del coronavirus de marras.

Agradezco que, desde la primera edición, Marci haya tenido a bien invitarme a participar en el jurado de esta Ruta. Una experiencia siempre satisfactoria tanto porque permite observar con una perspectiva crítica la evolución de las propuestas de los cocineros, como por los ratos de enriquecedora conversación con los demás miembros del jurado que, en esta ocasión, ha estado compuesto por Alba Baranda, redactora de temas gastronómicos del diario HOY; Luna Brito, autora del blog La Luni Veggie; Jonhy Melchor, profesor de cocina y el que suscribe esta líneas.

Muy igualados han estado el primer y el segundo puesto del concurso, ambos con versiones veganas de preparaciones basadas en la carne picada: hamburguesa y albóndigas respectivamente. Ambas han sabido sustituir con tanta imaginación como éxito a la soja texturizada, habitual ingrediente en las versiones veganas de platos de carne. Quedó clasificada en tercer lugar una sugerente combinación de un mojito de mango y un “miniyambi” elaborado a partir de una piadina italiana.

Primer premio: La rebaná de pan frito
Tapa: La veggie (mini burguer de la Rebaná). Cocinera: Alba Sánchez

Segundo premio: Serendipia
Tapa: Albóndigas con tomate. Cocineros: María Iravedra y Pablo Iravedra

Tercer premio: Malafama surfer bar
Tapa: Mojito de mango y minyambi. Cocinera: Celia García

No Ni Ná Gastrobar fue distinguido con una mención especial por la implicación y el cariño con el que ha tratado la tapa.

¡Enhorabuena a todos!

Coincide esta quinta edición de la Ruta de la Tapa Vegana con el año dedicado a conmemorar el centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán, fallecida el 12 de mayo de 1921 y, si buscamos más coincidencias, resulta que doña Emilia, nació un 16 de septiembre, fecha en la que se iniciaba la Ruta que nos ocupa ciento setenta años después.

Se ha convertido en una costumbre acompañar esta modesta crónica de la Ruta de la tapa vegana con alguna receta, vegana, claro. Y tanta coincidencia de fechas me iba dando la idea que necesitaba para inspirar mi modesta contribución al recetario vegano.

No sabemos si Doña Emilia hubiese sido vegana de haber nacido unas décadas más adelante, pero no nos cabe duda de que fue mujer inquieta y adelantada a su tiempo, feminista e inconformista. Fue catedrática en la universidad (la primera mujer en conseguir una cátedra en la universidad española), conferenciante, cuentista, dramaturga, editora, ensayista, novelista, poeta, periodista, traductora… y autora de dos magníficos libros de cocina: La cocina española antigua y La cocina española moderna. Por si fuera poca justificación para dedicarle unas líneas en este blog, fue amante de Don Benito Pérez Galdós de cuya obra Tormento tomé prestado el título del blog.

Por añadidura, algunas remotas amistades familiares unen mi familia con Doña Emilia, de lo que, por no alargar éste, me ocuparé en otro articulo, y, sobre todo: me cae bien. Porque una señora del siglo XIX que escribiese en una carta de amor (Epistolario amoroso de Emilia Pardo Bazán dirigido a Benito Pérez Galdós): “Te aplastaré... Te morderé un carrillito, o tu hocico ilustre... Te daré a besar mi escultural geta gallega", merece ser recordada en estas líneas y en mil más.

De su Cocina española antigua, comparto dos recetas que con tan solo modificar un ingrediente se convierten en platos veganos. Reproducimos las recetas originales tomadas de la primera edición de La cocina española antigua datada en 1913.

Acelgas a la malagueña


Pocos comentarios requiere esta preparación: para adaptarla al recetario vegano tan solo precisa eliminar la mantequilla.

Doña Emilia atribuye esta receta a don Melquiades Brizuela, que fue, entre otras ocupaciones, jefe de cocina de la Compañía Trasatlántica. Cocinero de enorme relevancia en los principios del siglo XX y hoy incomprensiblemente olvidado.

Espinacas a la mejicana


Desconocemos el origen del apelativo “a la mejicana”. Buscando en blogs mejicanos hemos encontrado diversidad de recetas de espinacas con este mismo nombre con muy variados ingredientes, pero ninguna que nos de una pista de cuáles podrían ser las fuentes en las que se basó Pardo Bazán.

Al igual que la preparación anterior, tan solo se requiere cambiar la manteca por aceite de oliva virgen. En la ejecución de la receta, asamos los tomates en horno y una vez asados, pelados y picados los añadimos al sofrito de ajo y cebolla. A las espinacas, que Doña Emilia indica “cocidas”, tan solo les dimos un escaldado de unos dos minutos, los suficiente para que perdiesen algo de rigidez y las terminamos de cocinar con los demás ingredientes. Cocimos las patatas aparte y las servimos sin mezclarlas, rodeando la preparación con las rodajas de patata y la rebanada de pan frito. 

Con el permiso de Doña Emilia, nos tomamos la licencia de hacer una prueba "más mejicana" y darle un aire más divertido añadiendo un poco de salsa chipotle de la marca Cholula... y no queda nada mal.

sábado, 6 de marzo de 2021

El Mirador del Guadiana renueva su oferta gastronómica

Un cocinero se convierte en artista cuando tiene cosas que decir a través de sus platos, como un pintor en un cuadro.
Joan Miró

Una espuma liviana, aérea, ligeramente salada con un tenue aroma de jamón contrastaba con un fondo de bellota, le siguieron una sobrasada de cerdo ibérico acompañada de ensaimada, un atún que jugaba a ser jamón, un foie asado de excelente textura con humeantes recuerdos del campo extremeño, una lubina con una sorprendente crema de maíz y vainilla: difícil y logrado equilibro de aromas; lomo de cierva con un fondo especiado y tierra de cacao que recordaba a la entrañable cocina de caza con chocolate, un cochinillo de textura impecable y, como colofón, el clasicismo de un milhojas. El guiño final de un torrezno bañado en chocolate blanco cerraba el discurso abierto por la espuma.

Todos los platos, principales y entrantes, mantenían un diálogo con aromas y recuerdos de la bellota, del ibérico, del campo extremeño. Las espumas, guarniciones, acompañamientos y especias aparecían con la intensidad y sutileza precisos para no restar protagonismo a las excelentes materias primas. Aportando los matices de un lienzo que en cada una de sus pinceladas quiere hablar del campo extremeño, en voz queda, sin estridencia y con elegancia. Es la nueva propuesta gastronómica de El Mirador del Guadiana que nos presentaron Nazario Cano, asesor jefe de cocina del grupo Orenes, que ya cuenta en su haber con una estrella Michelín en Odiseo (Murcia) y Francisco Gil, jefe de cocina de El Mirador del Guadiana.





El exquisito trabajo de la cocina estuvo en todo momento respaldado por la labor impecable del trabajo de sala de María Arias y su equipo.



Nazario nos habló con pasión del proyecto gastronómico que se completa con una oferta de cocina japonesa y peruana, más informal pero no de menor calidad, en el Bar Rojo situado en la planta baja de NH Gran Hotel Casino Extremadura que está a cargo del “Sushi man” Dani Correa.





Una propuesta renovada que viene a sumarse a la oferta gastronómica de Badajoz, a sus ya consolidados valores como el recién galardonado con el Premio Extremadura de Gastronomía 2020 Javier García del restaurante Lugaris y a algunas nuevas iniciativas como la “alta cocina informal” del restaurante Dromo de Juan Manuel Salgado, ganador del Bocuse d´Or España y representante español en el Bocuse d´Or Europa durante dos años consecutivos.


Javier Moreno (A Cuerpo de Rey. COPE), María Arias, Nazario Cano, Juan Pedro Plaza (presidente de la Asociación de Periodistas y Escritores de Turismo de Extremadura), Jaime J. Fenollera (quien suscribe estas líneas). Fotografía de Juan Antonio Narro (Narro Geographic)



domingo, 24 de noviembre de 2019

Recuerdos de la Ruta de la Tapa Vegana de Badajoz (y otra vez liado con las chirivías)


Tenía algo abandonadas estas páginas de las cosas del comer y, ahora, en el sosiego que proporcionan estas bienvenidas lluvias y el calor de la chimenea, algunos recuerdos del verano se agolpan en la sesera y me piden que empuñe la pluma o que aporree el teclado, que viene a ser lo mismo, pero en versión moderna y menos “estilosa”.

Releo el artículo anterior y con tanto garbanzo, es inevitable la imagen de Cicerón: no se ponen de acuerdo los autores si Cicerón era apellido o apodo burlesco por la similitud de su verruga con un garbanzo. Sea como fuere, lo cierto es que me resulta simpático el apellido o mote de Marco Tulio que, además, debía ser un tipo listo que afirmaba que “El placer de los banquetes debe medirse no por la abundancia de los manjares, sino por la reunión de los amigos y por su conversación.
Agustín Mansilla, Isabel Rodríguez, Marciana Pulido y el que suscribe estas líneas.

Y es que el placer de la reunión y la conversación es lo que impera en las deliberaciones del jurado de la Ruta de la Tapa Vegana de Badajoz. Veganos y no veganos que nos encontramos una vez al año no para degustar manjares sino para hablar sobre ellos. Sobre las tapas que durante los días precedentes han ofrecido los establecimientos participantes en la Ruta. Se habla sobre lo demodé que va resultando el churrete de Módena (o de reducción de lo que sea) o los emplatados en aro; sobre la pertinencia o no de los trampantojos que emulan alimentos no veganos… Cien temas surgen en torno a las tapas degustadas, conversación amena, enriquecedora que podría prolongarse quién sabe cuánto, pero al final es obligado un veredicto que se alcanza con más unanimidad que desacuerdos.

Primer premio:Fake ramen de calabacín con sorbete de ajo negro” de Luis Miguel Romero Durán de El Jardín de Auri.


Segundo premio: “Cannelloni de ratatouille” de Alberto López Muriel de La Toque.

Tercer premio: “No huevos rellenos al estilo de mi suegra” de Santy García Corrales de Caesura Tapería.


Mención especial a Raquel Sánchez Muñoz de Mediterránea Tapería por su implicación en la cocina inclusiva.

El falso ramen que Luis Miguel Romero elaboró en el Jardín de Auri resultó novedoso, lleno de frescura, con aromas intensos y delicados, aunque de entre todas las virtudes del plato me quedo con el elaborado y meditado discurso de sus ingredientes que Luis Miguel explica con tanta pasión como precisión. Alberto López elaboró una tapa ante todo elegante, sencilla, bien emplatada, con aromas y texturas equilibrados: una versión actualizada de sabores tradicionales. Podría discutirse sobre si sería más oportuno hablar de ratatuille o de pisto, pero es algo que resulta secundario ante la cuidada elaboración presentada por La Toque. El trampantojo de huevos de Santy García ofrecía una clara de impecable factura, muestra del dominio de las técnicas, y un relleno sabroso; otra cuestión es el debate sobre la oportunidad de los trampantojos. También es justo reconocer que algunas otras tapas quedaron muy cerca de los tres primeros puestos, pero cuando el trabajo de los cocineros y cocineras alcanza ciertas calidades, son pequeños matices los que hacen que la balanza se incline hacia uno u otro lado. El jurado también quiso reconocer el trabajo de Raquel Sánchez en Mediterránea con su cocina apta para celiacos, preparaciones veganas, sin lactosa… una cocina que además de preocuparse por el sabor también se ocupa de ofrecer opciones para todos.

Han pasado ya tres años desde que Marciana Pulido me brindó la oportunidad de participar como jurado en la primera Ruta de la Tapa Vegana de Badajoz. Once establecimientos participaron en aquella primera edición, dieciséis en 2019. Muchas gracias por la iniciativa y muchas gracias por permitirme participar en los inicios de una Ruta que no me cabe duda de que le aguarda un prometedor futuro.

Desde aquella primera participación en la Ruta de la Tapa Vegana como jurado he procurado, con más voluntad que acierto, escribir unas líneas en cada edición y ofrecer alguna receta que incorporar a los recetarios veganos. En la pasada edición me centré en la cocina antigua de la zanahoria y como ahora ando empeñado en adentrarme en los aromas y texturas de su prima hermana la chirivía, vayan en esta ocasión dos preparaciones de esta “zanahoria blanca” cuya historia intenté resumir en el artículo “Chirivías. Con poco presente y mucho pasado.”

La chirivía, tan escasa en los mercados de Badajoz, es frecuente en el Levante: sean también estas dos recetas un modesto agradecimiento a dos amigos: Gonzalo Bordes, valenciano que no tiene bastante con obsequiarnos con su música desde la Orquesta de Extremadura, sino que tras leer el artículo mencionado se presentó en Badajoz con un paquete de chirivías traídas desde Valencia y Julia Ruiz que, desde la huerta murciana, me ha prometido traerlas en su próxima visita.

Leía no hace muchos días la excelente traducción al castellano actual de Manel Zabala del Libro del Sent Soví: el primer recetario conocido en lengua romance, publicado en el siglo XIV. Un libro de imprescindible lectura para acercarse a las raíces de buena parte de la cocina española y, muy especialmente, de la cocina levantina. En él ya se describen los sofritos y las picadas, base y alma de tantos guisos de nuestra cocina.

Tentado estaba de seguir la línea establecida en mi anterior artículo con recetas veganas y ofrecer alguna extraída o adaptada de este curioso y valioso texto. Aparece en este recetario el Zanahoriote, una preparación cuyo ingrediente principal es la zanahoria blanca, que nos hace pensar que se trataba de chirivías. Pero tras leer la fórmula completa, he preferido posponer la aventura medieval para otra ocasión en la que me encuentre con mejor inspiración para adaptar el zanahoriote, no ya a la cocina vegana, sino tan solo a los gustos actuales, pues en resumen no se trata de otra cosa que un puré de chirivías “aligerado” con caldo de carnero o de tocino y aderezado con queso.

Tabuleh de chirivía



El tabuleh es una ensalada de origen sirio y libanés cuyo ingrediente principal es el trigo bulgur, aunque hay quien lo sustituye por cuscús, aderezada con abundante perejil y hierbabuena frescos, aceite de oliva, zumo de limón o vinagre, a la que se añaden algunas hortalizas como tomate o pepino. He leído multitud de variantes pero la mayoría no se apartan sustancialmente de la fórmula descrita.

Nuestra propuesta, si queremos ser estrictos, no debería llamarse tabuleh al haber eliminado el bulgur, pero por similitud nos tomamos la licencia. Cuando uno comete alguna fechoría en la cocina no está demás echar las culpas a otro y, en este caso, el culpable no es otro que Ferrá Adriá que un buen día le dio por inventarse el cuscús de coliflor… y siguiendo esa idea, nos ha dado por sustituir el bulgur de un tabuleh por chirivía muy picada. Y por aportar un matiz diferente, hemos sustituido el ácido del limón o el vinagre por zumaque, una especia poco utilizada en nuestra cocina y que ya se utilizaba en la cocina romana como acidulante.

Preparación:

Picamos muy finamente las chirivías. Puede hacerse con máquina, rallador grueso o con mucha paciencia, pero se trata de obtener un granulado de uno o, como mucho, dos milímetros de grosor.
Añadimos tomate cortado en dados y aderezamos con abundantes perejil y hierbabuena picados, espolvoreamos con zumaque y sal al gusto, regamos con un buen aceite de oliva virgen y mezclamos.

Alubias amarillas con chirivía



Un sencillo guiso de alubias estofadas con algún toque personal.

Hemos elegido la alubia amarilla canaria por su suavidad y por el caldo untuoso que produce, pero queda a criterio de cada uno utilizar la clase de alubia que desee.

Para 500 gramos de alubia sofreímos, sin que lleguen a dorarse, la parte blanca de dos puerros cortados y tres escalonias (hoy más conocidas como chalotas, pero preferimos utilizar la voz castellana escalonia. Chalota es un galicismo procedente del échalotte).

En una olla disponemos el sofrito, cuatro chirivías cortadas en rodajas, lo suficientemente gruesas
para que no se deshagan en la cocción, una hoja de laurel, diez o doce bayas de enebro, otros tantos granos de pimienta negra y dos o tres granos de pimienta de Jamaica, las alubias y aproximadamente un litro de caldo de verduras (o agua, aunque siempre obtendremos mejores resultados con caldos). Al final de la cocción añadiremos sal al gusto.

Nosotros hemos cocinado en olla lenta durante unas diez horas (tras ocho horas de remojo previo delas alubias) y un reposo de unas doce horas una vez terminada la cocción. La olla lenta es un sencillo engendro de cocina que descubrimos no hace mucho tiempo y que nos proporciona extraordinarias texturas en la legumbre. No obstante, el guiso puede elaborarse como cada uno suela cocinar las alubias, aunque recomendamos el fuego lento.


Sobre los ingredientes:

La alubia amarilla canaria, el zumaque y la pimienta de Jamaica, en Badajoz, pueden encontrarse en Semilla y Grano, esa caja de aromas y sorpresas. Para las chirivías, recomendamos rebuscar en grandes superficies (o tener amistades generosas en la zona de Levante).

Caldo de verduras: hervimos durante una o dos horas puerro, zanahorias, apio, nabo, chirivías… Las verduras del caldo pueden acabar siendo una excelente crema y no nos cansaremos de aconsejar tener en el congelador algunos recipientes con caldos variados que proporcionarán más sabor a nuestros guisos. Es aquello de "¿cueces o enriqueces?" pero de verdad.

Y sobre las armonías:

No es fácil recomendar un vino para el primero de los platos que propongo: no me cabe duda de que algún cava sería un buen compañero de viaje para este tabuleh. Aunque también estoy seguro de que el Coloma Muscat soportaría con solvencia las ínfulas ácidas del plato y se entablaría un espectacular diálogo de aromas. Además, es una buena excusa para probar la añada 2019 que acaba de embotellarse.
Para las alubias, por no salir de esta querida bodega, me inclinaría por su frutosa garnacha.



jueves, 21 de marzo de 2019

Xare-lo: hablar de vinos

Cuatro blancos, todos maduritos, presiden la mesa de esta noche: arriesgada apuesta en estos tiempos del imperio de los jóvenes afrutaditos, verdejitos y semidulces. José Prieto se afana en los últimos remates en la cocina; María y Agustín reciben cordiales, correctos, sonrientes como siempre a los comensales. Y en una mesa larga, para doce, el formato ha cambiado con respecto a otras cenas celebradas en Xare-lo, PacoTeixidó aguarda dispuesto a abrumar, aunque no lo pretenda, con su apasionante y apasionada conversación sobre vinos. La noche promete.

Vienen ahora a colación las notas que tomé en una charla con José, hace ya unos meses, poco antes de que finalizase el 2018. Eran las ocho de la tarde y una penumbra y una quietud apacibles envolvían las mesas del restaurante. Parece que el tiempo transcurría a otra velocidad. Tan solo brillaba con luz intensa la cocina vista de Xare-lo donde José descargaba de grasas, más bien acariciaba con el cuchillo, una vistosa pieza de buey. Corta una fina lasca y me la ofrece: hablamos de infiltración, de carnes. Respeta, mima y admira el producto.

La conversación comenzó con buen pie: José eligió para regarla un Viña Puebla Macabeo fermentado en barrica. La idea de esta charla surgió mientras trataba de escribir unas líneas sobre una de las últimas cenas maridadas que organizó Xare-lo: acostumbrado a opinar, a intentar narrar con más torpeza que acierto lo vivido y lo bebido en estas experiencias. Quise,para esta ocasión, dejar la palabra al protagonista que, además, me había anunciado su intención de cambiar el formato de estas cenas.

- Me dijiste que querías acabar con las cenas maridadas…

- Cuando se puso de moda el foie o el atún… al final todo el mundo lo tiene y ni se respeta el producto ni se ofrece buen producto. Con las cenas maridadas está sucediendo lo mismo.

- ¿Podemos estar ante una burbuja de las cenas maridadas?

- Lo estamos… Al final será algo tan normal que no tendrá aliciente. Cuando abrimos Xare-lo quisimos que fuese una “casa de vinos”… Siempre hemos querido asesorar tanto sobre el plato como sobre el vino que se va a beber.


Me viene a la memoria cuando hace unos días, Esther, con su eterna sonrisa, me recomendaba un tinto sin nombrar la marca, tan solo aludiendo a sus variedades y características. También rememoro las breves conversaciones con Agustín o con María cuando toman la comanda y recomiendan un vino u otro, hablan de frescura, de fruta o de madera, de acidez o de variedades: no es habitual y se agradece.

Prosigue nuestra conversación sobre las cenas y dice:

- Pensamos que es nuestro deber como casa de vinos dar un paso hacia adelante… Queremos enseñar con qué clase de uvas están hechos nuestros vinos, cómo están elaborados. Contamos con la ayuda de Paco Teixidó…

“Nuestro deber”… “Enseñar”… Eso son palabras serias, palabras que expresan compromiso y que llevan el ejercicio de la profesión de los fogones a una dimensión pedagógica que anuncia amor por el vino, por la gastronomía.

La plática prosigue entre vinos, variedades, experiencias, pasamos revista al panorama pacense: José se muestra respetuoso, humilde; me cuenta su evolución, su formación y retomamos las cenas maridadas:

- ¿Cuántas van, José?

- Echa cuentas: llevamos dos años y medio y casi una mensual.

- Casi todos los platos de estas cenas han sido diferentes… ¿no son muchos platos?

- Yo soy un cocinero que se aburre de las cosas.


Me gusta que se llame cocinero, me gusta más que chef, manías. Y me agrada la sinceridad. Lo matiza y lo explica… Describe el proceso de creación de los platos, la conversación prosigue desordenada, surgen mil vinos, mil experiencias que comentar, que disfrutar…

- ¿Te defines de alguna manera como cocinero? – Le espeto tras una breve pausa. Duda, me cuenta su peripecia personal, no se define con claridad, apunta algunas pinceladas de tradición, de clasicismo, de fusión; se mezclan emociones y explica que tenía claras dos ideas cuando decidió abrir su restaurante: la cocina debía ser vista, cercana y los platos debían girar en torno al vino. Y añade:

- Yo visualizaba el descorche de una buena botella de vino y un buen puchero de garbanzos y cuatro amigos ¿se puede ser más feliz? – Es toda una declaración de principios y después de seguir divagando, es difícil centrarse cuando se comparten pasiones, concluye:

- Pues de ahí viene mi raíz gastronómica: intentar llevar la felicidad a la mesa fusionando lo que he aprendido.

No puedo evitar recordar unas palabras de Martín Berasategui que ya cité en una ocasión: “Nunca he dejado de cocinar, que es lo que más me gusta en la vida, y he tenido el inmenso privilegio de ser transportista de felicidad. Esa es la verdadera misión de la hostelería, una profesión generosa en la que das lo mejor de ti para que los clientes salgan satisfechos de tu casa…

Hablamos de los clásicos, compartimos aficiones, ideas y reitera su confesión de persona inquieta:

- Yo me canso muy rápido de las cosas y quizá sea de los trabajos en los que más posibilidades tengo…Creo que por eso la cocina me enganchó, las temporadas, los productos, lo clásico, lo moderno... Al final tienes tantas variantes que si te cansas es porque estás quemado. A nivel culinario todo lo que te depara este planeta es formidable… En mi eterno aburrimiento de lo que busco, esta profesión me otorga la posibilidad de seguir día a día haciendo mis pruebas…

Han sido cerca de dos horas de palique culinario. No sé si José tendrá definido su estilo o no, no me siento capaz de emitir tal juicio, sí tengo claro que es, ante todo, un cocinero por vocación, una combinación de inquietud y pasión. Y también tengo la certeza de que en Xare-lo nos esperan muchas sorpresas. Vuelvo a recordar el artículo de Berasategui que cité anteriormente, que finaliza: “… y sobre todo, no tengas miedo, ni pereza, ni vergüenza. Al fin y al cabo, no dudes que este es el oficio más bonito del mundo.” José Prieto no lo duda, él mismo podría haber firmado estas palabras.


Entre bromas, saludos y presentaciones van llegando los comensales y comienza Paco su disertación. No es la primera vez que tenemos oportunidad de compartir y degustar su charla mientras escuchamos lo que los vinos tienen que decir. Comparte su vasta experiencia, no sienta dogmas: propone más que expone.

La elección de los vinos se me antoja oportuna, muy oportuna: corren tiempos en los que todo el universo del blanco parece ceñirse a la sempiterna frase ¿semidulce o verdejo? Xare-lo, haciendo gala de esa vocación pedagógica que José expresó con claridad en la conversación que mantuvimos hace unos meses, con esta cena y estos vinos nos muestra una panoplia de vinos, algunos poco conocidos, que ilumina el camino mostrando que hay vida más allá de los jóvenes y de los verdejos.


Habla Paco de “verdejismo”… Es de lo único discutible que encuentro en sus palabras: si nos atenemos a la ciencia política, el sufijo -ismo hace referencia a movimientos ideológicos y a fe mía que no encuentro nada más carente de ideología que el desmedido auge de los jóvenes verdejos. Si nos atenemos a terminología médica, -ismo es un sufijo que denota proceso patológico, mientras que el sufijo -itis significa inflamación. Yo me quedaría con "verdejitis", pues bien inflamado tiene nuestro mercado el estante del Verdejo.

Dejando al margen debates lingüísticos y en desagravio a tanto uso y abuso de la pobre variedad Verdejo, el primer vino de la noche fue precisamente un José Pariente Verdejo fermentado en barricay con una suave crianza sobre lías. Un vino que expresa sensaciones complejas y elegantes, bien distintas a las de la legión de verdejos que pueblan nuestras barras y mesas. José respondió a su untuosidad con un salmonete cremoso y suquet de mejillones.

Extremadura se hizo presente en la mesa de la mano de un Alunado Sauvignon Blanc de Pago de los Balancines. La variedad francesa se expresa amplia y poderosa en las sierras de Oliva de Mérida, mimadaen la joven y prometedora bodega de Pedro Mercado. Un strudel de miel de encina y confit de pato: interesante diálogo entre la miel y el sauvignon extremeño.

Aumenta la edad de los vinos y un Alejairen del Grupo Pesquera irrumpe poderoso en nuestras copas. Un flamenquín de conejo cocinado en dos tiempos, caramelizado en tomate kumato, envuelto en maíz crujiente sobre crema de zanahoria acompaña a esta rareza de variedad Airén con veinticuatro meses en barrica.

¿Quién dijo que la edad vence a los blancos? De 2009, cuatro años en barrica y una explosión de aromas y matices no exentos de frescura. Viña Gravonia. Rioja. Una terrina de manzana asada con níscalos y foie intentaba dar la réplica a un vino que se expresaba con autoridad. Un vino con una personalidad arrolladora que se me antoja que hubiese requerido un contrapunto más enérgico, pero es cuestión de gustos.

Una velada difícil de olvidar: por lo hablado, por lo bebido y por lo degustado. Es la esencia de Xare-lo: enseñar, procurar felicidad y sorprender. En ello todo el equipo se empeña y lo logra. Y si, José me lo permite, para terminar, un consejo: su cocina merece más protagonismo. Aunque el vino sea el invitado de honor de estas cenas, algún comentario más sobre el plato y sobre el maridaje no estaría de sobra y sería de justicia.

Nos llega la noticia de que pronto tendrá lugar otra cena, también del mismo formato y, en esta ocasión, con la presencia de Eugenio Garrido: se hablará de pan, de vino, de “enología olvidada”. Otros compromisos nos impedirán asistir y, aunque no sé qué vinos ni qué platos ilustrarán la mesa, conociendo a José, a Paco y a Eugenio, sí que tengo la certeza de que nos perdemos una noche que será memorable.