"¿Qué has puesto para comer?
- ¡Oh! No te apures... El cocidito de siempre."


Tormento. Benito Pérez Galdós

domingo, 12 de abril de 2020

Astérix y la salchicha de Toulouse. (In memoriam Uderzo).


Crepita una enorme hoguera y entre volutas de humo ascienden chispas hacia la negrura de la noche. Chanzas y aromas de jabalí asado rompen la quietud de la noche gala mientras, como siempre, Asuranceturix el bardo contempla la escena en silencio prudentemente amordazado para no dar la murga ni restar protagonismo a los homenajeados, como siempre, Astérix y Obélix. Es el final de cualquiera de sus aventuras. El 24 de marzo Uderzo terminó su aventura y entre el humo de la hoguera y el crepitar de las chispas le imagino camino de la noche infinita al encuentro de Goscinny allá donde quiera que moren eternamente los grandes creadores. Mientras, Asuranceturix el bardo, como siempre, amordazado entona un réquiem en silencio.

Albert Uderzo (FismesMarneFrancia; 25 de abril de 1927-Neuilly-sur-SeineAltos del Sena, Francia; 24 de marzo de 2020) y René Goscinny (París, 14 de agosto de 1926-ibídem, 5 de noviembre de 1977) fueron los creadores de los cómics de Astérix el Galo.

Leí mis primeros Astérix cuando aún no sabía leer y algunos irán por la veintena de lecturas. Historietas que me acompañaron en la infancia, ironías que comencé a intuir en la adolescencia y que no he parado de descubrir y aún sigo: juegos de palabras, anacronismos (Kirck Douglas como Espartaco en El mal trago de Obélix o el Manneken pis en Astérix en Bélgica), guiños a obras maestras de la pintura (Una lección de anatomía de Rembrandt en El adivino, La balsa de la medusa de Géricault en Astérix legionario o La boda campesina de Pieter Brueghel el Viejo en Astérix en Bélgica), exaltación de la amistad y ansia de justicia, ayuda altruista a los pueblos oprimidos por el poder (de Roma en este caso), representaciones de los estereotipos sociales (el papel de la mujer), guiños constantes a la cultura popular y a los tópicos de los países recorridos (toros y atascos en España en Astérix en Hispania, bromas sobre la cocina inglesa en Astérix en Bretaña o el carácter hosco y noble de los corsos en Astérix en Córcega).


Se intuye, también, la influencia de las dos guerras mundiales: Astérix y los Godos retrata al pueblo alemán como belicoso y pendenciero y es la única aventura en la que los héroes galos, lejos de ayudar a los godos contra los romanos, deben defenderse de la incursión goda en la Galia secuestrando a su druida Panorámix. En todas las aventuras con otros pueblos como protagonistas, corsos, íberos, bretones, belgas, pictos, egipcios… hay un gesto amable hacia su cultura y una causa que invita a la ayuda generosa de Astérix y Obélix, en todas las aventuras menos en Astérix y los godos. La Guerra terminó en 1945 y Astérix vio la luz en 1959.

“Están locos estos romanos” es el leit motiv que nos acompaña a lo largo de todas las aventuras y así aprendimos que SPQR no solo son las siglas en latín de Senatus Populusque Romanus, en referencia al origen republicano de Roma, y se traduce como “Senado y pueblo Romano”, sino que también significa en italiano Sono Pazzi Questi Romani, es decir… “Están locos estos romanos”.

Entre las muchas referencias costumbristas presentes en los comic de Astérix el galo, la gastronomía tiene un protagonismo indiscutible: jabalí hervido y cerveza tibia en Astérix en Bretaña, unas anacrónicas patatas fritas y “brassica (coles) de aquí” en Astérix en Bélgica, quesos de olores imposibles en Astérix en Córcega, pavos en Astérix en América, el nombre del caudillo íbero “Soupalognon y crouton” traducido (muy libremente: la traducción más exacta sería sopa de cebolla con picatostes) en la versión española como Sopalajo de Arrierez y Torrezno, una inenarrable orgía-fondue en Astérix en Helvecia… y entre todas las aventuras, una road-movie gastronómica: La vuelta a la Galia de Astérix. Así es que este Cocidito quiere rendir su modesto homenaje a los creadores del comic de la irreductible aldea gala.

En La vuelta a la Galia de Astérix, ante el intento de asedio de la aldea gala por las legiones romanas, nuestro pequeño héroe apuesta con el prefecto Lucilius Flordelotus, enviado especial del César, que será capaz de dar la vuelta a la Galia sin que los romanos puedan impedírselo y en prueba de ello, traerá una especialidad de cada región. Astérix y Obélix sufren unas cuantas escaramuzas, reciben ayudas en las que intuyo alguna referencia a la Résistance de la reciente Guerra Mundial, así como alguna traición que recuerda a los colaboracionistas. La aventura es todo un canto de exaltación patriótica con algún guiño al futuro Tour de Francia. De regreso a la aldea muestran al prefecto: jamón de Lutecia (París), tonterías (caramelos) de Camaracum (Cambrai), Vino espumoso de Durocortorum (Reims), salchichón de Lugdunum (Lyon), ostras y vinos de Burdigala (Burdeos), bouillabaisse de Massalia (Marsella), ensalada de Nicae (Niza) y salchichas de Tolosa (Toulouse). Salvando algunos anacronismos y suponiendo que el saco de las viandas estuviese refrigerado, resulta un simpático catálogo de especialidades locales en el que no deja de sorprenderme que no haya ninguna referencia a alguno de los notables quesos de Francia.

De la ensalada de Niza ya nos hemos ocupado en este blog y teniendo en cuenta que este artículo se escribe durante el periodo de confinamiento provocado por la pandemia del COVID-19, trataremos de cumplir con los ingredientes que más a mano tenemos: nos ocuparemos de la salchicha de Toulouse.

La muy merecida fama del cassoulet, contundente y exquisito guiso de alubias con pato, salchicha de Toulouse y otras carnes, que pueden variar según sean recetas de Toulouse, Carcasonne o Castelnaudary, ha restado cierta notoriedad a este embutido como ingrediente principal de algunos platos. Sin embargo, la saucisse de Toulouse es un excelente embutido fresco de carne de cerdo que bien merece el papel protagonista.

La salchicha de Toulouse se incluye dentro de la marca de calidad Spécialité du Sud-Ouest y se elabora con carne de cerdo fresca, sal y pimienta, aunque algunos carniceros aportan algún matiz personal en el adobo. Es muy similar a la butifarra fresca catalana, algo que no nos sorprende por la cercanía geográfica.

Además del mencionado cassoulet, suele cocinarse a la parrilla, a la brasa o confitada en grasa de pato. Es frecuente encontrarla acompañando un guiso de lentejas o con una guarnición de tomate aliñado con una vinagreta de cebolleta y mostaza. Pero quizá el acompañamiento más sabroso y original es el aligot, un interesante puré de patatas con queso.

El término aligot parece provenir de épocas de peregrinos mendicantes que pedían aliquid, "algo", en los monasterios. Y en éstos les daban tomme freîche, “toma fresco” [queso]. Y tomme freîche y aligot, indistintamente, resultan ser los nombres por los que se conoce un queso fresco y fundente de la zona de Occitania y Auvernia-Ródano-Alpes.

Con esta misma voz aligot se conoce también una preparación de puré de patatas mezclado con queso tomme fraîche, mantequilla, sal y pimienta que resulta una deliciosa guarnición para nuestra salchicha de Toulusse.

No resulta nada fácil encontrar en España, y menos en Badajoz, ninguno de los dos ingredientes protagonistas de este artículo. Y en tiempos confinados menos aún. Así que siendo un poco transgresores hemos elaborado el plato con una butifarras que esperaban en el congelador acabar sus días acompañadas de unas mongetes (judías, mongetes amb botifarra, Cataluña) pero que han cruzado los Pirineos para acabar acompañando un aligot que a falta de tomme fraîche hemos preparado con queso raclette (200 gr), una cucharada de cremme fraîche y una cucharada de mantequilla, sal y pimienta y unos 350 gramos de patata gallega cocida.

Regamos los platos con un Rasteau Les Hautes Vignes 2015 por aquello de respetar el goût du pays.

Quién sabe si algún día nos da la ventolera y mezclamos torta de la Serena con puré de patatas y lo servimos con unas salchichas frescas de cerdo ibérico…

sábado, 4 de abril de 2020

Quiche de ortigas, puerro y morcilla mondonga. (En todo mal reside, también, la oportunidad del bien)


“La flor malsana (que diría Baudelaire), la iracunda ortiga que crece contra todo, contra sí misma, devorada por la luz. Si la mirada se detiene en contemplar a fondo su presencia no podrá negar la belleza de sus formas. Es de justicia demorarse en la viveza de esos verdes pétalos, la crispada disposición del vello urticante, el resplandor de los estambres (¿o son élitros?), la carnosa sensualidad de los retoños... 

¿Debería arrancarla, siguiendo el sentido común? ¿Debo desbrozar su amenazante belleza? ¿Qué hacer, pues, con esta flor del mal? Y sin embargo, ella es por sí misma, en sí misma. Le basta con ser, y a mí no me disminuye su existencia. Al contrario: ahora ella también me acompaña, embellece mi mirada, apacigua mi espíritu con su inesperada presencia. Me enseña, obstinada y silenciosa, que el cambio está en uno, y que en todo mal reside, también, la oportunidad del bien.”

Daniel Casado

Leía el día 13 de marzo estas bellas y reflexivas palabras de Daniel Casado, poeta y músico emeritense. No dudé en pedirle permiso para que encabezasen algún artículo de este Cocidito que lleva tanto tiempo en silencio. Silencio no forzado ni intencionado, tan solo ocioso. No dudó, tampoco, Daniel en conceder el permiso: gracias, amigo.

El 14 de marzo se decretó en España el estado de alerta y el coronavirus, el COVID 19, el “maldito virus” o el “bicho” pasó a ocupar un lugar preeminente en nuestras vidas y una extraña sensación se apoderó de todos y de todo. Y en este insólito trance me queda la esperanza de que cuando llegue su fin algo quede de las palabras de Daniel: “que en todo mal reside, también, la oportunidad del bien.”

Unas ortigas que brotan, como siempre, sin permiso en alguna esquina del jardín. Una morcilla mondonga aburrida en una esquina del frigorífico y un puerro, aún más aburrido. Me los intento imaginar confabulados en alguna fórmula que ocupe una tarde de estos extraños días y, al final, es el repertorio francés el que me da la idea: unir los productos silvestres, una morcilla extremeña y un clásico de la cocina francesa.

Sobre las ortigas, ya hemos hablado en este blog y de las morcillas, ya nos hemos declarado fieles adoradores en más de una ocasión.

La quiche es una tarta abierta salada muy habitual en la cocina francesa compuesta por una base de pasta brisa y un relleno de huevo y nata con algún otro ingrediente. La más conocida es la quiche lorraine, con panceta ahumada.

Es frecuente encontrar recetas de esta tarta de Lorena que incluyen un queso fundente tipo Emmental, aunque las fórmulas más ortodoxas como las descritas en L’Encyclopédie culinaire du 20e siècle de Valentine de Bruguère y Daisy Mayer y en El arte de la cocina francesa de Julia Child no mencionan este ingrediente. Además de esta conocida quiche, en los recetarios franceses aparecen quiches de diferentes quesos, de verduras, setas, pescados… 

Quiche de ortigas, puerro y morcilla mondonga

Pasta brisa

La pâte brisée, pasta brisa o masa quebrada es una de las masas friables (quebradizas, que se desmoronan fácilmente) más utilizadas en la repostería salada. Se encuentra una gran variedad de fórmulas, aunque todas coinciden en algo: debe utilizarse una buena proporción de grasa y evitar el amasado para conseguir el efecto quebradizo. Para quien quiera profundizar en el conocimiento de esta pasta, el post del blog (muy recomendable) El invitado de invierno es de los más completos que he encontrado.

Ingredientes:

250 g de harina de repostería
125 g de mantequilla fría
60 g de agua fría (aproximadamente)
Una pizca de sal

Elaboración

Mezclamos la sal con la harina tamizada y añadimos la mantequilla muy fría y cortada en dados, comenzamos a mezclar intentando que nos quede una textura arenosa. Si la mantequilla se ablanda mucho en el proceso de mezcla, interrumpimos y enfriamos en el frigorífico.

Se añade el agua, mezclando sin amasar, lo justo para unir la masa. Hacemos una bola, envolvemos en film y dejamos reposar en el frigorífico unas dos horas. Estiramos con el rodillo hasta conseguir un grosor de unos 3mm y cubrimos el molde, previamente untado de mantequilla.

Pinchamos el fondo de la masa con un tenedor y volvemos a refrigerar, mejor en el congelador. Cubrimos con papel de cocina y legumbres para que no suba y haremos un horneado previo a unos 180 grados 15 minutos.

Relleno
Ingredientes:

4 huevos (o 3 huevos y 1 yema)
150 ml de nata y 50 ml de crème frâiche (o 200ml de nata si no tenemos crema fresca)
50 ml de leche
La parte blanca de un puerro
Ortigas (unos 100 gramos) Si no tenemos posibilidad de conseguir ortigas, podemos sustituir por espinacas.
Morcilla mondonga: entre 8 y 16 (según el gusto) rodajas de medio centímetro de grosor. Otros tipos de morcilla harán también un buen papel.

Elaboración:

Sofreímos el puerro finamente picado hasta que quede transparente, no dorado.

Lavamos las ortigas, separamos las hojas de los tallos, que resultan muy fibrosos, y escaldamos (mejor con guantes para no acordarnos de su familia).

Mezclamos los huevos, la nata, la crema y la leche. Añadimos el puerro bien escurrido del aceite de sofreír y las ortigas. Salpimentamos, sin olvidar que la morcilla puede aportar un poco de sal. Vertemos la mezcla en el molde cubierto de masa quebrada y disponemos las rodajas de morcilla. Horneamos una media hora o hasta que, pinchando con un tenedor, éste salga limpio.

Por último, descorchamos un Coloma Rosado Pinot Noir o un Alunado Sauvignon blanc de Pago de Balancines… y a disfrutar.