"¿Qué has puesto para comer?
- ¡Oh! No te apures... El cocidito de siempre."


Tormento. Benito Pérez Galdós

sábado, 25 de febrero de 2023

El sexto concierto, Brahms y un Apfelstrudel


Los inviernos vieneses son fríos. Fríos y de una delicada belleza: el blanco de la nieve recién caída resaltaba las líneas de tantos edificios construidos en aquella Viena efervescente.

Corrían los primeros días de enero de 1874 y había recibido una nota de su amigo Theodor. Tal era el entusiasmo que transmitían aquellas líneas que aceptó la cita de inmediato. Abandonó el local de la Gesellschaft der Musikfreunde en las traseras del recién construido Musikverein. Al torcer por Kärntner Strasse volvió a admirar la fachada de la ópera construida hacía apenas cinco años. Poco tenía que ver la Viena que hoy contemplaban sus ojos con la de 1862 cuando la visitó por primera vez. En el 65 se abrió la gran avenida donde los mejores arquitectos de la época, Semper, Hasenauer, Hansen, Schmidt, Ferstel… se afanaban en crear la más esplendorosa avenida, digna de albergar la vanguardia cultural de Europa y capaz de engañar la decadencia de un imperio.


Se encontraron en la puerta de la Iglesia de San Agustín. El cirujano estaba exultante. Los pocos metros que les separaban de Josefplatz bastaron para que Theodor Billroth le refiriese el motivo de su entusiasmo: el 31 de diciembre había logrado extirpar con éxito un tumor de laringe. Johannes se alegraba de los éxitos de su amigo pero al vislumbrar las cuatro descomunales estatuas de Hércules de Michaelerplatz no podía evitar ensimismarse, sentirse pequeño, imperfecto, siempre recordaba la descomunal Novena Sinfonía del genio. ¿Sería capaz de terminar la sinfonía que comenzó muchos años atrás? ¿Sería digna de llamarse siquiera Sinfonía? Obsesionado con la perfección, aquella partitura le resultaba un trabajo hercúleo.


Billroth y Brahms torcieron por Kohlmarkt. El aroma del café turco y la calidez del salón de Demel propiciaron nuevamente la animada conversación. Hablaron ora de los avances médicos, ora de la música camerística que ocupaba a Johannes. Los últimos atrevimientos de Wagner y Liszt también merecieron algún comentario, no muy favorable, por cierto. La música les unía: Theodor se sintió inclinado por los estudios musicales en su juventud y, aunque al final eligiese la medicina, era un excelente pianista y violinista; Johannes era un compositor ya consagrado y director de la pujante Gesellschaft der Musikfreunde (Sociedad de amigos de la música de Viena).

Johannes Brahms estrenó su Primera Sinfonía el 4 de noviembre de 1876 en Karlsruhe bajo la dirección de Otto Dessoff. En su cuarto movimiento reconocemos el recuerdo a la Novena Sinfonía de Beethoven.

Y el doce de enero de 2023 Andrés Salado y la Orquesta de Extremadura la interpretaron en Badajoz, ciento cuarenta y nueve años después de que Billroth y Brahms quizá hubiesen tomado en la cafetería Demel de Viena un café y un strudel de manzana.


Strudel de manzana (Apfelstrudel)


Ingredientes:

300 gr. de harina de repostería
100 ml de agua
Un huevo
Sal
2 manzanas (mejor reineta)
75 gr. de azúcar
Canela molida al gusto
Azúcar vainillado al gusto
Uvas pasas sultanas o de corinto
Algunas nueces
50 gr. de mantequilla
25 gr. de pan rallado
Ron (el necesario para macerar las pasas)

Elaboración

Cubrimos las pasas con el ron para que se hidraten.

Mezclamos la harina, el agua y el huevo y una pizca de sal y los trabajamos hasta conseguir una bola elástica y lisa. Una vez amasada, la maltratamos sin piedad contra la mesa para conseguir que sea bastante elástica y se pueda manipular y estirar bien. La dejamos reposar envuelta en film de cocina. Se podría sustituir este proceso usando hojaldre o pasta filo comercial, pero ni el resultado será el mismo ni habremos descargado adrenalina en el amasado.

Fundimos la mantequilla y la mezclamos con el pan rallado, tostándolo ligeramente hasta obtener una mezcla de textura arenosa y dorada.

Pelamos las manzanas y las cortamos en trozos. Añadimos el azúcar y la canela y la mitad de la mezcla de pan rallado con mantequilla. Mezclamos bien y dejamos que macere mientras estiramos la masa.

Con la mesa espolvoreada de harina , estiramos la masa con el rodillo hasta lograr una masa muy fina. Según la tradición hay que poder leer el periódico (supongo que también se admite una partitura de Brahms) a través de la masa. Tradiciones al margen, no olvidemos que luego hay que enrollarla.


Una vez estirada, la ponemos sobre un silkpad, un paño de cocina enharinado o algo que nos pueda ayudar a enrollar.

Sobre la masa estirada espolvoreamos el resto del pan rallado que mezclamos con la mantequilla. Repartimos las nueces partidas en trozos y ponemos la manzana con las pasas extendida sobre un tercio de la superficie de la masa.

Enrollamos la masa empezando por el lado que tiene relleno y doblamos los bordes laterales para cerrar. Una vez formado el strudel, lo pintamos con huevo batido y lo horneamos a 180º durante unos 35 minutos. No debe quedar excesivamente dorado.

Una vez horneado, podemos darle una suave nevada de azúcar glass.

Conciertos de la temporada 2022-23 "Degusta"

Primer concierto Apología de la forma

Segundo concierto Belleza a contracorriente

Tercer concierto Aderezos intertextuales

Cuarto concierto: El cuarto concierto: saborear la admiración

Quinto concierto: Danzad, danzad malditos



viernes, 17 de febrero de 2023

El quinto concierto: danzad, danzad malditos y el fuego

El Concierto para piano nº 3 de Rachmaninof y las Danzas sinfónicas de Hindemith. La batuta de Álvaro Albiach y la magia de las manos de Josu de Solaum al piano. He tardado en dar respuesta culinaria. El concierto requería una reposada digestión, volver a escucharlo. No encontraba un plato acorde con sus acordes, nada armónico con sus armonías… ¿Y el fuego? Ese “fuego que baila y sube la invisible escalera”(Soneto LXXXVIII de 100 Sonetos de amor de Pablo Neruda).

Concluyen las notas de programa “Ambos compositores nos invitan a un juego mágico y ancestral para fatigar el alma: mientras el ruso encenderá la hoguera, el alemán se encargará de hacernos bailar a su alrededor. ¿Cómo negarse?

Mágica y ancestral se me antoja la danza de las llamas. De las llamas del aguardiente de orujo que arde en una queimada. Lentas, líricas, evocadoras en el inicio con el líquido aun frio. Tumultuosas cuando adquiere temperatura y las agitamos. Nuevamente calmosas y melancólicas, azuladas, cuando dejamos que consuman lentamente el alcohol y cuando empieza a crepitar el azúcar y adquieren tonos más cálidos provocamos cascadas de più vivo, più mosso y accelerando que nos llevan al final.

Queimada gallega

Recetas de queimada hay muchas, con granos de café, con limón, con naranja o con ambos… en mi casa desde hace muchos años quemamos una que parece ser la que recomendaba un orondo y carismático político gallego.

Vertemos el aguardiente en un cuenco de barro o cobre o, por qué no, de cerámica de Sargadelos en el que habremos colocado algunas cortezas de limón; añadimos azúcar. La cantidad dependerá de nuestro gusto. Prendemos la hoguera y a ratos agitamos con el cucharón. Apagamos con un poco de vino tinto.

La ortodoxia recomienda leer el tradicional “conxuro” mientras se quema que, aunque hay quien le atribuye remotos orígenes celtas, fue escrito en 1967 por Mariano Marcos Ábalo, natural de Pobra de Caramiñal. 

Quizá podríamos sustituir el “conxuro” por el concierto de Rachmaninof y con el ánimo ya encendido por una o dos cuncas de queimada disponernos a escuchar a Hindemith.


Conciertos de la temporada 2022-23 "Degusta"

Primer concierto Apología de la forma

Segundo concierto Belleza a contracorriente

Tercer concierto Aderezos intertextuales

Cuarto concierto: El cuarto concierto: saborear la admiración