"¿Qué has puesto para comer?
- ¡Oh! No te apures... El cocidito de siempre."


Tormento. Benito Pérez Galdós

sábado, 18 de diciembre de 2021

Zarza de Granadilla, una estrella y más


La noticia corrió como la pólvora: en Extremadura tenemos una nueva estrella, Michelín quiero decir, porque de otras estrellas no vamos mal: chacinas de cerdos que campan a sus anchas por dehesas ricas en bellota, quesos de cabras y ovejas que convierten en crema ricos pastos, pimentón de la Vera, aceites de oliva vírgenes, garbanzos que se cocinaron en las más altas cortes, corderos merinos y reses retintas, mieles y vinos... y si el firmamento de sabores fuera poco, los cielos extremeños se encuentran entre los menos contaminados y más idóneos para la observación del firmamento celeste. Pero hoy hablamos de estrellas Michelín.

A las dos, que bien podrían ser tres, de Atrio viene a sumarse la de Versátil: ¡Enhorabuena!

Zarza de Granadilla fue lugar de correrías juveniles en aquel mítico Sportivo, frecuentado por Almodóvar y su séquito; recuerdos de cenas entrañables con acento gallego en Las Tres Banderas, de tardes de pesca en las orillas de Gabriel y Galán, de mañanas brumosas buscando setas en sus pinares, de verbenas en San Ramón que sonaban a despedida de verano; y ahora también lugar de peregrinaje gastronómico.

Pero en Zarza hay más sabor: allí Cerex elabora aromáticas cervezas artesanas que han sido distinguidas en los World Beer Award y destilados: ginebra, también premiada en los World Gin Award, ron, güisqui y licores tipo crema.

Lácteos de Granadilla transforma la leche de cabras criadas con esmero en quesos de excepcional calidad. Su Carbonero y Granazul son sobresalientes y sorprendentes aunque en toda su gama se hace presente el buen hacer de Sergio y Javier García Martín. Alguno de sus quesos de pasta blanda con una copa de cava o su Granazul con una copa de Oporto son placeres que no debe uno dejar de experimentar, aunque supongan un alto riesgo de adicción.

Volviendo al recién galardonado, visitamos Versátil a mediados de julio de este año: nos sorprendió gratamente, no solo por la factura de sus platos sino por el buen hacer en sala. Tanto es así que pocos meses después, para celebrar el nonagésimo cumpleaños de mi padre, volvimos esta vez con la familia. Repetimos menú pues no había dado tiempo a cambiar de temporada y no solo nos volvió a sorprender, sino que un leve problema con el humo que nos pareció observar en la primera visita se había solventado en poco tiempo: claro indicio de su afán de perfección.

Anguila, foie y finísimo caramelo: un minimalista prisma rectangular en el principio, homenaje a Martín Berasategui, es toda una declaración de intenciones: perfección e intensidad de sabores, equilibrio y contraste. Es casi un aviso: agárrate que vienen curvas, curvas de sabor y textura. Porque curvo y voluptuoso, soberbio y golosón es el brioche de rabo de ternera de Extremadura. El desfile de sensaciones prosigue con presa ibérica, huevo campero, vieira en cuidados juegos de aromas, colores y texturas. Hay técnica, mucha técnica pero predomina el producto sobre el alarde técnico. Se aproxima el final con la tersura de una merluza mimada más que cocinada, mostrando toda su tersura abrazada por un sutilísimo velo de ibérico. Finalizamos con un entrecotte en el punto justo de cocción. Dos postres: el primero, una refrescante y personal versión de la piña colada; el segundo, una torrija golosa y bien aromatizada que pudimos acompañar con una copa de Sauternes gracias a una carta de vinos bien estructurada y con notables referencias regionales, nacionales e internacionales.
Un esmerado y cordial trabajo en la sala, una vajilla muy acorde con las tendencias actuales de los restaurantes de cocina creativa y una cristalería de calidad completan una experiencia que equilibra lo sofisticado con el protagonismo de unos productos de primera calidad. Repetimos y repetiremos. Muchas gracias, Álex, José Luis y David Hernández Talaván y equipo por tan gratos momentos y mucho éxito en vuestro prometedor futuro.

domingo, 28 de noviembre de 2021

Con mucha salsa

Fotografía: Diario HOY

Composición o mezcla de varias sustancias comestibles desleídas, que se hace para aderezar o condimentar la comida”. Así define la Real Academia la salsa. Seguro que en los textos de Cordon Bleu o del Basque Culinary la definición no concuerda exactamente, pero no es mi intención entrar en estos debates.

La segunda definición que da la Academia es “cosa que anima o alegra” y la tercera tiene que ver con la danza y no son asunto de este Cocidito los ritmos bailables.

Comenzaba esta semana con cosas que animan y alegran: la primera edición de los Premios En Salsa. Una iniciativa del grupo Vocento y, en particular para Extremadura, del diario HOY que viene a sumar aderezo y condimentación al panorama gastronómico extremeño.

Desde los garum romanos hasta la clasificación de las salsas de Careme o los aires de Adriá mucho han evolucionado las salsas. El aspecto, la densidad, la técnica, las influencias de uno u otro continente… Las salsas cambian, pero una cocina que se precie nunca renuncia a la salsa. La salsa cohesiona, aporta ligazón, coherencia, alegría… Las hay sutiles, voluptuosas, golosas, abundantes o casi insinuadas, ardientes, envolventes, suaves o intensas… Son el alma del plato.

Y la gala de los premios En Salsa aportó cohesión, alegría. Después de todo lo pasado en estos últimos meses, iniciativas como ésta son tan bienvenidas como necesarias.

Queremos agradecer a Alba Baranda, redactora de En Salsa, y a Álvaro Rodríguez, director de HOY, la deferencia de invitarnos a esta fiesta de la gastronomía extremeña que nos permitió saludar a tantos amigos.

Vaya nuestra más sincera enhorabuena a todos los premiados y vaya también nuestro agradecimiento por su buen hacer. Según se iban entregando los premios iban llegando a nuestra memoria platos que han protagonizado comidas y cenas para recordar: un brioche de rabo de toro, un solomillo cocinado en arcilla, un calamar de potera con panceta ibérica… tantas y tantas elaboraciones que encierran muchas horas de trabajo y buen hacer, mucho amor a la materia prima y muchas ganas de hacer felices a los comensales porque como dijo el gran Martín Berasategui: “Nunca he dejado de cocinar, que es lo que más me gusta en la vida, y he tenido el inmenso privilegio de ser transportista de felicidad. Esa es la verdadera misión de la hostelería, una profesión generosa en la que das lo mejor de ti para que los clientes salgan satisfechos de tu casa.”

Y vaya también nuestro reconocimiento para los no premiados, para todos los profesionales que día tras día confortan estómago y espíritu de quienes recalamos en sus mesas.

Deseamos larga vida a En Salsa, para que siga sumando en el devenir gastronómico de Extremadura.

Crónica de los premios y relación de premiados en el diario HOY

lunes, 1 de noviembre de 2021

La V Ruta de la Tapa Vegana de Badajoz y dos recetas de Doña Emilia


Cada época de la historia modifica el fogón, y cada pueblo come según su alma, antes tal vez que según su estómago” Emilia Pardo Bazán


Del 16 al 26 de septiembre se ha celebrado en Badajoz la quinta edición de la Ruta de la Tapa Vegana. Una iniciativa de Marciana Pulido que un día tuvo la iniciativa de retar a los cocineros del Casco Antiguo a elaborar una tapa vegana, es decir, con alimentos que no sean de origen animal ni derivados de animales. Once se afanaron con los vegetales en la primera edición, en 2017; catorce han sido lo participantes en esta ocasión, número nada desdeñable habida cuenta de las vicisitudes pasadas por la hostelería por cuenta del coronavirus de marras.

Agradezco que, desde la primera edición, Marci haya tenido a bien invitarme a participar en el jurado de esta Ruta. Una experiencia siempre satisfactoria tanto porque permite observar con una perspectiva crítica la evolución de las propuestas de los cocineros, como por los ratos de enriquecedora conversación con los demás miembros del jurado que, en esta ocasión, ha estado compuesto por Alba Baranda, redactora de temas gastronómicos del diario HOY; Luna Brito, autora del blog La Luni Veggie; Jonhy Melchor, profesor de cocina y el que suscribe esta líneas.

Muy igualados han estado el primer y el segundo puesto del concurso, ambos con versiones veganas de preparaciones basadas en la carne picada: hamburguesa y albóndigas respectivamente. Ambas han sabido sustituir con tanta imaginación como éxito a la soja texturizada, habitual ingrediente en las versiones veganas de platos de carne. Quedó clasificada en tercer lugar una sugerente combinación de un mojito de mango y un “miniyambi” elaborado a partir de una piadina italiana.

Primer premio: La rebaná de pan frito
Tapa: La veggie (mini burguer de la Rebaná). Cocinera: Alba Sánchez

Segundo premio: Serendipia
Tapa: Albóndigas con tomate. Cocineros: María Iravedra y Pablo Iravedra

Tercer premio: Malafama surfer bar
Tapa: Mojito de mango y minyambi. Cocinera: Celia García

No Ni Ná Gastrobar fue distinguido con una mención especial por la implicación y el cariño con el que ha tratado la tapa.

¡Enhorabuena a todos!

Coincide esta quinta edición de la Ruta de la Tapa Vegana con el año dedicado a conmemorar el centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán, fallecida el 12 de mayo de 1921 y, si buscamos más coincidencias, resulta que doña Emilia, nació un 16 de septiembre, fecha en la que se iniciaba la Ruta que nos ocupa ciento setenta años después.

Se ha convertido en una costumbre acompañar esta modesta crónica de la Ruta de la tapa vegana con alguna receta, vegana, claro. Y tanta coincidencia de fechas me iba dando la idea que necesitaba para inspirar mi modesta contribución al recetario vegano.

No sabemos si Doña Emilia hubiese sido vegana de haber nacido unas décadas más adelante, pero no nos cabe duda de que fue mujer inquieta y adelantada a su tiempo, feminista e inconformista. Fue catedrática en la universidad (la primera mujer en conseguir una cátedra en la universidad española), conferenciante, cuentista, dramaturga, editora, ensayista, novelista, poeta, periodista, traductora… y autora de dos magníficos libros de cocina: La cocina española antigua y La cocina española moderna. Por si fuera poca justificación para dedicarle unas líneas en este blog, fue amante de Don Benito Pérez Galdós de cuya obra Tormento tomé prestado el título del blog.

Por añadidura, algunas remotas amistades familiares unen mi familia con Doña Emilia, de lo que, por no alargar éste, me ocuparé en otro articulo, y, sobre todo: me cae bien. Porque una señora del siglo XIX que escribiese en una carta de amor (Epistolario amoroso de Emilia Pardo Bazán dirigido a Benito Pérez Galdós): “Te aplastaré... Te morderé un carrillito, o tu hocico ilustre... Te daré a besar mi escultural geta gallega", merece ser recordada en estas líneas y en mil más.

De su Cocina española antigua, comparto dos recetas que con tan solo modificar un ingrediente se convierten en platos veganos. Reproducimos las recetas originales tomadas de la primera edición de La cocina española antigua datada en 1913.

Acelgas a la malagueña


Pocos comentarios requiere esta preparación: para adaptarla al recetario vegano tan solo precisa eliminar la mantequilla.

Doña Emilia atribuye esta receta a don Melquiades Brizuela, que fue, entre otras ocupaciones, jefe de cocina de la Compañía Trasatlántica. Cocinero de enorme relevancia en los principios del siglo XX y hoy incomprensiblemente olvidado.

Espinacas a la mejicana


Desconocemos el origen del apelativo “a la mejicana”. Buscando en blogs mejicanos hemos encontrado diversidad de recetas de espinacas con este mismo nombre con muy variados ingredientes, pero ninguna que nos de una pista de cuáles podrían ser las fuentes en las que se basó Pardo Bazán.

Al igual que la preparación anterior, tan solo se requiere cambiar la manteca por aceite de oliva virgen. En la ejecución de la receta, asamos los tomates en horno y una vez asados, pelados y picados los añadimos al sofrito de ajo y cebolla. A las espinacas, que Doña Emilia indica “cocidas”, tan solo les dimos un escaldado de unos dos minutos, los suficiente para que perdiesen algo de rigidez y las terminamos de cocinar con los demás ingredientes. Cocimos las patatas aparte y las servimos sin mezclarlas, rodeando la preparación con las rodajas de patata y la rebanada de pan frito. 

Con el permiso de Doña Emilia, nos tomamos la licencia de hacer una prueba "más mejicana" y darle un aire más divertido añadiendo un poco de salsa chipotle de la marca Cholula... y no queda nada mal.

domingo, 27 de junio de 2021

Un paseo en Madrid. Aromas y sabores que evocan.

Como quiera que algunos asuntos laborales me trajeron a Madrid, dejándome ociosas las tardes, me vi paseando por la ciudad donde nací y pasé mis primeros diecinueve años y de la que el dichoso virus me ha tenido alejado más tiempo del que acostumbro.

Partía del noreste, más allá de la M30, en los dominios del acero, el cristal y la modernidad. Hui al inicio de las grandes arterias adentrándome en la circulación venosa de la Concepción y Ventas, respirando la vida tranquila de barrio en una tarde lluviosa y veraniega, hasta llegar a Manuel Becerra, donde los humos de un puesto de churros me llevaron en volandas a tardes de verbena de San Isidro, a música de tiovivos y trenes de la bruja, algodones de azúcar y churros enhebrados en un junco. Niñez.
Me dejé llevar por la calle de Alcalá. La florista ni viene ni va sino gentes de cien mil raleas y mis pasos se pierden entre tanta gente. Busco una puerta, una salida donde convivan pasado y presente. Y ahí está, la Puerta de Alcalá. Y así, rememorando momentos y canciones llego a Cibeles y evoco esperas de invierno con olor y calor de castañas asadas esperando a mi padre frente a la puerta de los jardines del Palacio de Buenavista, entonces Ministerio de la Guerra y hoy Cuartel General de Ejército.
La Plaza de Canalejas me huele a violetas y al pasar delante de Lhardy me congratulo de que se haya evitado su cierre y recuerdo mañanas gélidas entonadas con el caldo de su deslumbrante samovar. Aromas de bollería gritan desde la esquina de Sol con Mayor: la Mallorquina y sus napolitanas; poco más adelante, El Riojano y sus bartolillos; la Plaza Mayor me susurra con olor a calamares, aunque acabo por dar media vuelta y me adentro en el dédalo de callejuelas buscando emociones más fuertes para el paladar y la memoria.

Desigual contienda la que se libra entre la tradición y el pastiche artificioso, huachafero y multingüe. Y repartiendo algún que otro “no, gracias”, con hipócrita sonrisa incluida, voy sorteando cazadores de guiris que me ofrecen auténtica spanish food. Llego a Las Bravas que casi me paso de largo… emociones
encontradas, enojo y aflicción a partes iguales. Recito para mis adentros una retahíla de lo más granado del diccionario de Cela, me recompongo y pido una de bravas en un local redecorado al mas puro estilo sin estilo: ya no hay barra de acero ni banda sonora de “oído” y entrechocar de vasos y platos, en su lugar hay un local cuqui que bien podría servir sushi, hamburguesas, pizzas o tatakis de lo que sea con churrete de Módena. Sin embargo, la carta se mantiene y las bravas, al menos, conservan la receta, la de antaño: el picante justo, sus aromas de pimentón, su ligera acidez… La agitación de las papilas apacigua un poco la desazón que me provoca el decorado y parto en busca de inveterados rebozados.

Cruzo Sol, ya sin sol y con la luz de un hermoso atardecer que intuyo que bien hubiese merecido ser contemplado desde la Armería. Me asomo con recelo a la calle Tetuán y en su recodo - ¡albricias! - la misma fachada de madera, la de siempre, la de Labra con sus ciento sesenta años. Salvo algunos cambios en “el protocolo”, imagino que por motivos de la pandemia, todo sigue igual: sus maderas, los dorados de su comedor, el exiguo pasillo de los servicios. La nacarada tersura del bacalao, su rebozado, el bonito en escabeche y la caña cremosa se mantienen como los conocí de la mano de mis padres.

Buen broche de evocaciones sápidas y olorosas en una tarde de paseo por un Madrid, aun enmascarado y, como siempre, cambiante, pero Madrid al fin y al cabo.


viernes, 11 de junio de 2021

Un fin de semana redondo (y complutense)


Aminoré la velocidad, me pasé al espagueti de la derecha y tras un giro de ciento ochenta grados, la vocecilla insulsa me instaba a mantenerme a la izquierda durante trescientos metros y en la rotonda tomar el segundo espagueti. Los nudos, vueltas y revueltas de los cinturones de circunvalación de las grandes urbes me sugieren las sinuosidades de un plato de espaguetis. Espaguetis que ora transcurren paralelos, ora se entrelazan y se estiran, se curvan y vuelven y nunca se acaban. Seguimos sobre un ramillete de espaguetis que escapaba del maremágnum de bucles y se adentraba y se derramaba entre una guarnición de bloques de gelatinas de variadas alturas y formas. Un espagueti parece abandonar el dédalo desangelado de la salida noreste de Madrid, hormigones sin alma, aceros, cristales y neones. Y cuando, al fin, la carretera se hace firme y cálida y transcurre entre algunos barbechos, al poco nos abrazan las frondas de las arboledas que beben del Henares. Su verdor da solaz a unos ojos cansados de gris.

Dos o tres rotondas, un par de avenidas arboladas y desembocamos en la calle Colegios, jalonada por muros que atesoran cinco siglos de conocimiento, de letras y pensamiento, de ciencia, de historia…

Alcalá de Henares.

Alcalá era una asignatura pendiente: mi compañera de vida, venturas, desventuras y buenas mesas, filóloga a la sazón, es ferviente admiradora de Cervantes y yo, aunque extremeño de adopción, nací en Madrid y allí pasé buena parte de mi infancia y juventud. Ambos presumimos de haber organizado una olla podrida en honor al manco genio de las letras en Badajoz y ninguno de los dos habíamos puesto un pie en Alcalá ni saciado nuestro apetito en ninguna de su muchas y buenas mesas.

Mas no solo llegamos a la ciudad complutense con el ánimo de saldar la asignatura sino también siguiendo los consejos de la gran gastrónoma María Zarzalejos. Cuando alguien de su prestigio y cultura gastronómicas, tan solo empequeñecidas por su amabilidad, recomienda una cocina, hay que probarla. Si, además nos recomienda y facilita una grata charla con otro gastrónomo de pro, José Valdearcos, director de alimentos y bebidas del Parador de Alcalá, Catador de concursos de la OIV, Bailío de Madrid de la Chaîne des Rôtisseurs de España y Presidente de Alcalá Gastronómica…entonces no había excusa para posponer el viaje.

Llegamos a Alcalá a media tarde y nada más pisar la zona centro nos invadió una sensación de serenidad. Hicimos nuestro registro en el Parador (me niego a hacer check in): un edificio de líneas modernas, depuradas, que se combinan sabiamente con elementos de un antiguo colegio convento.

Un breve paseo que nos llevó hasta la plaza de Cervantes fue suficiente para cerciorarnos del acierto de nuestro viaje. Nuestro objetivo era conocer la cocina del Parador y la cena no defraudó: una elegante ensalada de jurel y anguila en escabeche dulce, excelentes el bacalao confitado con tierra de cebolla y el
cochinillo deshuesado con chutney de fresas que regamos con un correcto Puerta de Alcalá de Bodegas Jeromín (D.O. Madrid). Rematamos con una costrada, postre obligado en una visita a Alcalá. Buen hacer, creatividad sin renunciar a sabores tradicionales y esmero en el trato de la materia prima. Dejamos atrás, no por falta de ganas sino por simple “prudencia digestiva”, una sugerente carta de platos castizos madrileños ofrecida con motivo de las fiestas de San Isidro. Habíamos venido con intención de husmear en los fogones del Parador y nos llevamos la certeza de que allí se guisa con mucho criterio y sensibilidad.

Comenzamos el sábado con una reunión con José Valdearcos. Profesionalidad, cordialidad y una gran pasión por el vino y la gastronomía. Hablamos de los duelos y los quebrantos de la hostelería y el turismo, de ollas y vinos, de viajes y lugares y en el devenir de la afable conversación hasta hubo lugar para encontrar buenas amigas en común, todas extremeñas y destacadas catadoras. No nos cabe duda de que la reunión será el germen de bonitos proyectos que en breve desvelaremos. Muchas gracias, José: con profesionales como tú, todo es mucho más fácil.

La mañana transcurrió por las aulas de la universidad, la catedral, la calle Mayor y, cómo no, la casa natal de Cervantes.
No fue fácil decidirse por el lugar dónde reponer fuerzas, pues mucha y variada es la oferta y eso, sin apenas apartarnos de la Calle Mayor, la más larga de España con soportales a ambos lados. Al final quisimos dar la oportunidad a un humilde menú del día y no defraudó: noble arte también el de dar de comer con honestidad a precios contenidos. Aunque adentrarse en el proceloso océano de los menús del día tiene su “punto” de ruleta rusa, debo reconocer cierta afición a estos menús que tan gratas y cálidas sensaciones proporcionan cuando se encuentra una cocina honrada y sin más pretensiones que hacer bien lo que saben hacer bien.

Llegada la hora de la cena optamos por La Vinoteca, restaurante parejo con la tienda de productos de alimentación Esencias del Gourmet. Visitamos primero la tienda, donde Javier, su creador, nos aconsejó sobre algunos vinos con su charla generosa y apasionada. Pasamos al restaurante y preferimos dejarnos aconsejar: nos propone su selección de croquetas y un lomo de cerdo “a la cazadora”, una receta sencilla con pocos ingredientes y seis horas de cocción en agua y vino. Aceptamos aunque una larga cocción sin grasa en el lomo me genera cierta desconfianza. Las primeras, cremosas, de fino y crujiente empanado y con rellenos bien perceptibles: de notable alto por reservar el sobresaliente para la excelencia. El lomo… el emplatado no era ostentoso: una buena porción de lomo de apariencia un poco anodina bañado en un abundante caldito claro, sin grasa. “Cuando os lo sirváis desmigadlo un poco y regadlo con un poco de caldo” recomendó Javier: jugoso, pleno de sabor, sorprendente (y uno ya va agradeciendo que le sorprendan de vez en cuando). Nos quedamos con ganas de probar más y le pedimos una tapa pequeña a su elección para disfrutar otra copa de vino: nos sirve Sensaciones de Bobal, un tinto de Manchuela embotellado para la casa que nos deja muy buenas sensaciones y en cuanto al asunto sólido nos sugiere “aunque parezca raro en una cena” unas pochas “con un guiso muy suave”… y ya puestos, emulamos a Cela: “¡Venga!”, y nos dejamos hacer. La tapa pequeña fue un generoso plato sopero de una pochas untuosas, cremosas, sin más grasa que la imprescindible de un sofrito equilibrado con el protagonismo justo para que en el plato reinase la excelsa legumbre. Una tarta de almendras garrapiñadas con frambuesa puso el colofón a una cena atípica que nos dejó muy gratos recuerdos y promesas de volver.

Regresamos a nuestra Extremadura cargados de proyectos y con las alforjas repletas de historia, de sabores y de cordialidad.



sábado, 6 de marzo de 2021

El Mirador del Guadiana renueva su oferta gastronómica

Un cocinero se convierte en artista cuando tiene cosas que decir a través de sus platos, como un pintor en un cuadro.
Joan Miró

Una espuma liviana, aérea, ligeramente salada con un tenue aroma de jamón contrastaba con un fondo de bellota, le siguieron una sobrasada de cerdo ibérico acompañada de ensaimada, un atún que jugaba a ser jamón, un foie asado de excelente textura con humeantes recuerdos del campo extremeño, una lubina con una sorprendente crema de maíz y vainilla: difícil y logrado equilibro de aromas; lomo de cierva con un fondo especiado y tierra de cacao que recordaba a la entrañable cocina de caza con chocolate, un cochinillo de textura impecable y, como colofón, el clasicismo de un milhojas. El guiño final de un torrezno bañado en chocolate blanco cerraba el discurso abierto por la espuma.

Todos los platos, principales y entrantes, mantenían un diálogo con aromas y recuerdos de la bellota, del ibérico, del campo extremeño. Las espumas, guarniciones, acompañamientos y especias aparecían con la intensidad y sutileza precisos para no restar protagonismo a las excelentes materias primas. Aportando los matices de un lienzo que en cada una de sus pinceladas quiere hablar del campo extremeño, en voz queda, sin estridencia y con elegancia. Es la nueva propuesta gastronómica de El Mirador del Guadiana que nos presentaron Nazario Cano, asesor jefe de cocina del grupo Orenes, que ya cuenta en su haber con una estrella Michelín en Odiseo (Murcia) y Francisco Gil, jefe de cocina de El Mirador del Guadiana.





El exquisito trabajo de la cocina estuvo en todo momento respaldado por la labor impecable del trabajo de sala de María Arias y su equipo.



Nazario nos habló con pasión del proyecto gastronómico que se completa con una oferta de cocina japonesa y peruana, más informal pero no de menor calidad, en el Bar Rojo situado en la planta baja de NH Gran Hotel Casino Extremadura que está a cargo del “Sushi man” Dani Correa.





Una propuesta renovada que viene a sumarse a la oferta gastronómica de Badajoz, a sus ya consolidados valores como el recién galardonado con el Premio Extremadura de Gastronomía 2020 Javier García del restaurante Lugaris y a algunas nuevas iniciativas como la “alta cocina informal” del restaurante Dromo de Juan Manuel Salgado, ganador del Bocuse d´Or España y representante español en el Bocuse d´Or Europa durante dos años consecutivos.


Javier Moreno (A Cuerpo de Rey. COPE), María Arias, Nazario Cano, Juan Pedro Plaza (presidente de la Asociación de Periodistas y Escritores de Turismo de Extremadura), Jaime J. Fenollera (quien suscribe estas líneas). Fotografía de Juan Antonio Narro (Narro Geographic)