Si aquella noche del ocho de diciembre los aromas tenían colores de frontera, este veintitrés de febrero los sabores me sonaron a cantos de juventud.
Unos aromas a frutas blancas y algunos recuerdos de panadería juguetean entre burbujas con los yodados del marisco de un ravioli. El ensamblaje de un blanc de noir de Cabernet con Macabeo y Xarel-lo juega con la pasta de Xarelo. Burbujas de un espumoso obtenido por el método denominado ancestral.
Juegos.
La tía Polly encargó a Tom Sawyer pintar un valla de blanco y el joven personaje creado por Mark Twain reflexionaba tras algunas peripecias que no vienen a colación: “…al fin y al cabo, el mundo no era tan vacío. Había descubierto, sin saberlo, una gran ley de la actividad humana, a saber: que para que un hombre o un muchacho codicie una cosa, sólo es preciso que la cosa sea difícil de alcanzar. Si Tom hubiese sido un gran filósofo lleno de sabiduría, como el autor de este libro, hubiese comprendido ahora que el Trabajo consiste en lo que el hombre está obligado a hacer, y que el juego consiste en lo que el hombre no está obligado a hacer.”
El trabajo de un restaurante es dar de comer, el de la bodega, hacer vino. Cuando juegan surgen noches así. Noches que saben a juventud porque, además, Xare-lo es un restaurante joven, con un equipo joven y Cerro de la Barca es una bodega joven, con un equipo joven.
Abejorros que zumban, que son inquietos y que sorprenden como sorprendieron los aromas del a+B, de Alarije y Borba que nos trae a la memoria versos de Dánae de Juan José Domenchina:
“…recién amanecido, nacido, es flor. Apenas
sabe su ayer. Ya vive su día y se deshoja
en pétalos fugaces de vanidad, gozoso.”
Se deshoja en flores, algunas frutas, pieles de cítricos y, a nosotros, nos recordó a algunas hierbas del campo. Un vino que se expresó en plenitud al ganar algo de temperatura en la copa y armonizó con una fresca y aromática preparación de atún.
Entre las frutas de la garnacha del Concejiles asomaba el grafito de un lápiz que invitaba a escribir sobre las hojas de la lasagna, crujiente, de faisán y salsa de foie.
Entre las frutas de la garnacha del Concejiles asomaba el grafito de un lápiz que invitaba a escribir sobre las hojas de la lasagna, crujiente, de faisán y salsa de foie.
Y así de juego en juego la noche terminó con la expresividad del 601 que subrayó los recuerdos cordobeses de José: cordero, miel y salmorejo.
“Los jóvenes son como las plantas; por los primeros frutos se ve lo que podemos esperar para el porvenir.” Demócrito
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