Una de sal y otra de azúcar, así es la buena mezcla para marinar un salmón. Como la tan repetida “una de cal y otra de arena”. Esa frase que representa la mudanza entre lo propicio y lo adverso, entre lo grato y lo enojoso, entre lo brillante y lo mediocre aunque nunca he llegado a saber cuál es la parte positiva, si la cal o la arena.
Y así me ha resultado el libro de Julio González de Buitrago: una de cal y otra de arena o, por llevarlo al terreno de este blog, una de sal y otra de azúcar. Una lectura amena y con algunas curiosidades pero creo que treinta y dos años en los fogones de la morada presidencial podrían haber propiciado un texto más generoso en anécdotas y curiosidades.
El cocinero de La Moncloa es un breve relato que discurre con una prosa sin demasiado brillo entre la autobiografía y el anecdotario, al tiempo que intercala algunas recetas de cocina sin demasiado interés aunque válidas como si de ilustraciones se tratase. Es una lectura que entretiene y deja un postgusto agridulce: se agradecen el rato de “intromisión” en los hábitos gastronómicos de nuestros presidentes y algunas anécdotas de algunos dignatarios foráneos, pero no logra saciar. Por último, un capítulo sobre la bodega de la Moncloa con pretensiones de manual de iniciación a la cultura del vino resulta un postre mal elaborado y peor presentado que empaña un menú algo escaso pero divertido.
Una buena iniciativa, un libro que promete mucho y cumple poco y que, sin embargo, recomiendo su lectura. Aunque nos deje con la miel en los labios, procura un rato, no más de dos horas, de lectura fácil que contribuye a ilustrar tanto la importancia del hecho gastronómico en nuestra cultura y nuestra historia como la relación entre la personalidad y los gustos culinarios.
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